domingo, 1 de diciembre de 2013

Es tendencia....


La belleza y el arte no siempre van de la mano. Si la belleza es aquello que conmueve de forma placentera nuestros sentidos, el arte es desde Kant, aquello que conmueve el alma, lo grandioso, lo sublime, lo inquietante, sin que necesariamente vaya unido al placer. Ambos son efectos de la mirada humana, ni el arte ni la belleza reside en los objetos sino en el interior de nosotros mismos.

Desde las más antiguas civilizaciones el ser humano ha intentado atrapar la belleza, definirla, poseerla, objetivarla, mecanizarla y matematizarla para después reproducirla. La armonía en la música y la simetría en las artes plásticas y pictóricas nos proporcionan la placidez de la belleza mientras la experiencia artística puede producirnos inquietud, terror o sorpresa. Como el amor, ambos nos atraen y nos atrapan.



Intentamos embellecer nuestros cuerpos buscando la perfección a través de la proporción y combinarlo con las creaciones de modistos que se consideran artistas y buscan conmover. Detrás de ésta tendencia hacia la belleza corporal suele ir algo tan humano como el deseo de ser aceptados y queridos. Pero el amor es más parecido al arte que a la belleza, nos enamoramos de quién nos conmueve y nos fascina, al margen de la consideración social que la belleza del ser amado tenga para los demás. Nos enamoramos de lo irrepetible, de lo único mientras buscamos ser amados a través de lo socialmente aceptado.

Al igual que la obra de arte, el ser amado nos atrae por la excepcionalidad que vemos en él. Ahora es Johanna Dray, una modelo que usa una talla 46, la imagen de lo femenino por carnal y exuberante, ayer fue Kate Moss, con una talla 34 la encarnación de la femineidad por su aspecto etéreo y sutil. Ahora dicen que las Dray son más reales que las Moss. Ayer la chica rellenita siguió la dieta de la alcachofa, ¿tiene hoy la delgada hartarse a grasas e hidratos de carbono? Nichos de mercado, eso es lo que somos para los productores de estereotipos cuyo único objetivo es vender sus productos estratificando y homogeneizando el mercado del deseo. Ni el arte, ni la belleza ni el amor les importan un pimiento. Lo bello y lo sublime es intransferible pese a que, mediante las llamadas tendencias, se empeñen en darnos recetas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario