miércoles, 1 de mayo de 2013

Hijos de un pasado futurista

Parece que el público se ha resignado a la creencia de que la efervescencia creativa y musical española tuvo la existencia de una bengala en los 80 y a partir de ahí se impuso la homogeneidad. La tendencia es añorar y revisitar continuamente el pasado porque el presente resulta insustancial hasta para quien lo consume. Me asalta la duda de si en realidad no existe la innovación en las tendencias estéticas o si esa innovación queda sepultada por la vulgaridad de lo fácilmente digerible por ya masticado. Quizá sea la escasa paciencia de la cultura del beneficio rápido la que no da a la creatividad el espacio y el tiempo necesarios para ser admitidos como dignos de entrar en el mercado lo que impone que los sonidos facilones sea los que mas ingresos generan. Cualquier tiempo pasado fue anterior y me resisto a creer que hay un desierto de creatividad y frescura en las artes escénicas, musicales o plásticas, creo que están simplemente silenciadas por la marabunta de copias de lo que ha funcionado en el pasado más inmediato.



Con esto no quiero decir que rechace toda inspiración en lo ya creado o que no se puedan retomar técnicas inventadas. No hace mucho estuve en un concierto de Super Busty Samuray Monkey, formación musical que crea en 8 bits, es decir basada la tecnología de los primeros ordenadores y consolas de videojuegos. Esos son sus instrumentos para crear algo entre el punk y la electrónica sin pertenecer por completo a ninguno de ellos. Música de vanguardia con métodos rudimentarios, no muy diferente a la idea de los vanguardistas de principios del siglo XX que volvían a las formas simples y esquemáticas de las pinturas primitivas y dejaban atrás la figuración propia de sus inmediatos antecesores. Quizá nuestras pinturas rupestres en este caso sean las primeras consolas de videojuegos con sus colores eléctricos, sus sencillos sonidos metálicos y su universo pixelado.

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