jueves, 24 de abril de 2014

No te reconozco


No se lo van ustedes a creer pero tengo grandes amigos que no están en las redes sociales o que las usan tan poco que estoy empezando a creer que me los invento. Eso al menos debería pensar si me creyera a pies juntillas algunas noticias o reflexiones que circulan acerca de la omnisapiencia de los que controlan los datos de internet. Tengan cuidado porque su mejor amigo va montar en cólera cuando sepan que andan tonteando por ahí con algún mozo o moza y Carlos Diuk (experto en data de Facebook) se ha enterado antes que ellos.

La amenaza de poder es en ocasiones más poderosa que la ejecución de la amenaza y a eso parece que se dedican las cabezas visibles de las redes sociales que pretenden hacernos creer que nos conocen mejor que nosotros mismos y que pueden predecir nuestro futuro sentimental. Quizá para que nos creamos que todo lo que pasa en nuestras vidas depende de ellas. Cierto que en los tiempos que corren es un vehículo importante para nuestras relaciones sociales pero como ya comenté en “Oh Dios manténme lejos de ese teléfono” en muchas ocasiones es precisamente esa visión sesgada del otro sin gesto, el tercero en discordia que da al traste con una relación que de otro modo podría haber id bien o lo que es peor, mantiene relaciones ficticias de cariño o admiración.

Se puede dar la circunstancia de que o bien por un excesivo dominio de las redes engañemos haciendo creer a los demás lo que no somos o que ese engaño sea fruto de la incapacidad para gestionar nuestra imagen, lo que los expertos llaman reputación on-line, pero aun siendo honestos y manejando bien las herramientas se escapen matices fundamentales de nuestra personalidad y el resultado es una imagen de espejo de feria que distorsiona quienes somos hasta para nosotros mismos. Como la bruja de Blancanieves miramos a la pantalla preguntando quién es la más guapa a gente que apenas nos conoce ni intención tiene.

Es este un tema recurrente que responde a la inquietud universal y eterna del problema de la identidad y que he sido plasmado en lo audiovisual infinidad de veces, una de las últimas en la película Her donde un caballero se enamora de un ser incorpóreo al que nunca ha tocado ni visto (algo que no me cabe en la cabeza). Pero el que más llamó mi atención fue el capítulo de Black Mirror (que ya nombré en Programa en espiral y Programa en espiral II) titulado Be right back.



No dudo de que los datos recopilados no sirvan para conocer en qué gastamos o queremos gastar nuestro dinero, pero ni siquiera los algoritmos llegan tan lejos y quién no se ha encontrado con publicidad acerca de balnearios de Murcia solo porque ha hecho la gracieta de “Eres hermosa como Murcia” sin haber visitado nunca la ciudad ni tener el mínimo interés. Espero que la intención de Diuk sea que sustituyamos el desoje de margaritas y las miradas dulces por la red que él gestione porque como tenga razón en breve voy a recibir peticiones matrimoniales de personas a las que apenas conozco ni aprecio y vamos a tener todos un disgusto.

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