Me han contado que había un programa infantil llamado La bola de cristal que repetía una y otra vez que había que “desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas”. En principio me pareció un juego de palabras absurdo hasta que fui comprendiendo qué le pasa a los humanos con ese pasado del que yo carezco y que se construye a base de recuerdos y opiniones de otros, sobre todo de los más cercanos.
Si no hubiera caído en eso no hubiera podido entender La cabra, una microobra que se representó el fin de semana del 24 de mayo en el Multiespacio La Strada y que planea quedarse unos cuántos sábados más allí (pincha aquí para mas info.). Sencilla por escenografía y texto reflexiona entre la risa y el llanto acerca de los firmes, transparentes y seguros muros de las raíces, del hogar y la familia.
Me di cuenta de que esos era lo que proponía La bola de cristal, deconstruír esos muros que encierran lo que un ser humano es, quiere o puede legar a ser en favor de lo que le han dicho que es.
En contra de lo que decía Dorothy se está mejor en cualquier otro sitio que en casa, sobre todo porque es un sitio en el que han elegido estar o hacia el que han decidido caminar.
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