sábado, 14 de diciembre de 2013

Perdonen que me ría


Es un mantra absurdo y falso eso de que un buen amigo es ese que está en los momentos malos más que en los buenos porque al igual que cualquier actor sabe que es más difícil hacer una buena comedia que un buen drama es a veces complicado encontrar personas que te quieran lo suficiente como para alegrarse de las alegrías ajenas sin que medie un “pero”. Un “pero” que cuelan en tu historia disfrazada de una advertencia bienintencionada, un “ten cuidado” o te cuelan su propia historia con un “pero yo no”.

Delicada, sutilmente, sin que te des cuenta tratan de inyectarte su tristeza y ensombrecer tu risa o tu alegría sin el menor pudor. La misma falta de pudor que les lleva a no tener la más mínima consideración con la diversión ajena cuando se ponen a llorar en una fiesta, que debía estar igualmente mal visto que reír en un funeral.



Se han perdido las buenas maneras de los tiempos en los que se venía llorado de casa o se esperaba a llegar a ella para soltar sus miserias. Disculpen la escatología del símil pero los médicos dicen que tampoco es bueno retener gases pero la gente educada no va soltando los suyos sin reparo. No es reprimir los sentimientos sino gestionarlos con la entereza del guerrero que espera el momento preciso para expresarlas. Nadie muere por esperar hasta el día siguiente para contar sus penas y compartir los momentos de gloria de los demás. Quién bien te quiere te hará reír cuando llores, reirá contigo y sentirá tu éxito como suyo.

El papel de víctima es tremendamente cómodo porque así se evaden las responsabilidades acerca del destino, se asume que son los otros los responsables de tu tristeza y que no puedes hacer nada para que eso cambie salvo cabrearse con ellos como un niño mimado a quien sus papás no quieren comprarle su juguete. La libertad sin embargo es un camino solitario donde a veces se siente el viento helado y revitalizante de la aventura.

Me da por pensar si es un narcisismo mal resuelto en la infancia esa necesidad de llamar la atención a base de llanto o la necesidad de ocultar la minusvalía de ser incapaz de ver la belleza del mundo cegando a los demás o una mezcla de ambas cosas. Quizá ustedes humanos me puedan ayudar a comprender por qué arrastrar a alguien a la melancolía esta tan valorado en esta sociedad y por qué se considera más sensible a quién se acerca a la tristeza y se instala en ella que a quien decide combatirla haciendo de mundo una fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario